Seguro que has oído hablar del término “pH” o bien pH de la piel en algún momento de tu vida, ¿verdad? Se mide en los alimentos, el agua que bebemos, las soluciones químicas y también en nuestro cuerpo.

El pH es una medida de cuán ácida o básica es una solución, y su escala varía de 0 (cero) a 14 (catorce), donde el primero indica el nivel más ácido, el segundo el nivel más básico y el valor de pH 7. (siete) es igual a neutralidad. ¿Pero y qué? ¿Qué tiene que ver el pH con la piel? Primero necesitamos entender un poco sobre la constitución de nuestra piel.

La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo y, cuando está sana, es la primera y la mejor defensa del cuerpo y es esencial para nuestra salud y bienestar. Se compone de tres capas principales, la epidermis, la dermis y la hipodermis.

pH de la piel

La epidermis es la capa externa, la que vemos y tocamos. Su función más importante es actuar como una barrera protectora entre nuestro cuerpo y el mundo exterior, su pH es uno de sus principales mecanismos de defensa.

Esta capa está cubierta con una emulsión de agua, lípidos (grasas buenas y saludables para mantener la piel suave y llena de humedad) y otras sustancias que son mantenidas por las secreciones de sudor y glándulas sebáceas, que actúan como una barrera contra bacterias y hongos.

Es conocido como manto ácido y, cuando está sano, proporciona a la piel un pH ligeramente ácido entre 4.5 y 6.0, un ambiente ideal para una flora próspera, manteniendo una piel suave y vigorosa, capacidad de autorregeneración, neutralizando agresores y inhibición del crecimiento bacteriano y fúngico.

Cuando el pH de la piel se vuelve alcalino, se altera su equilibrio natural, su manto ácido no sintetiza las sustancias necesarias, lo que hace que la piel pierda agua, se seque y arruine su función de barrera protectora.

Los productos con un pH diferente al de la piel sobrecargan la capacidad neutralizante natural, causando daños a su estructura y dañando su barrera protectora. Este desequilibrio puede ser el culpable de todo lo que sucede en su piel, desde granos hasta arrugas temidas.

Cuando la tez disminuye en grasa, la piel se vuelve muy alcalina y se vuelve aún más seca, rígida y propensa a las arrugas.

Ya demasiado ácido, se vuelve extremadamente sensible y aún más grasoso, produciéndose el efecto rebote, una producción de sebo en respuesta a la falta de hidratación.

Por eso es tan importante conocer su piel y comprender su pH para elegir el cosmético ideal que satisfacer sus necesidades.

No importa qué tipo de piel, necesita hidractación y no solo reponer lo que perdió debido a la acción de agentes externos.

El cuidado hace que todo permanezca en los ejes, también implica el celo con la temperatura de nuestro baño, nuestra comida y el mantenimiento del pequeño secreto de las abuela: ¡beba mucha agua!